Si a alguien (mas) le está afectando esta crisis es a los dueños de los restaurantes. Bueno, no a todos. En esta ocasión nos referimos a los restaurantes en donde habitualmente se celebraban “comidas de negocios”. Los hay que ofrecen todo tipo de manjares: comida de diseño, platos tradicionales o exquisiteces orientales. Pero todos tienen un denominador común por el uso que se hace de ellos: el elevado importe de la factura final (total, paga la empresa).
Como decía Bob Dylan “Times are Changing”, y si bien se sigue yendo a esos templos del estomago, las costumbres son ya diferentes: no se pide el vino mas caro, no se pide marisco, adiós al postre, y por supuesto, nada de copa de balón para la sobremesa.
Esto hace plantearme, la concepción que muchos ejecutivos han tenido de este tipo de reuniones, en las que todo valía y además era indispensable para cerrar el trato (argumento utilizado para, sin mas, darse un homenaje).
En primer lugar, en las comidas de negocio, no se negocia nada. Hay que ser un auténtico crack para trabajar en una mesa de un buen restaurante, rodeado de vinos y viandas (y en alguna ocasión incluso de aprendices de “espía”). Un cliente es un cliente, y un vendedor, es un vendedor, por lo tanto no existe un nivel de confianza mutua tal como para relajarse y tratar el negocio de forma seria y profesional. Uno creerá que le invitan a esa comida para “comprar” su negocio, y otro esta tratando de beber menos que el que tiene enfrente y así estar mas lúcido a la hora de cerrar el pedido.
A ver si nos enteramos. Los negocios, se cierran en las oficinas, con papeles y colaboradores alrededor. Con los medios suficientes para cerrar una buena operación. Se puede parar para comer, y después volver a la carga. Nunca me han convencido las explicaciones sobre la “cuasi-obligatoriedad” de hacer estas comidas que incluso se alargaban cambiando posteriormente de local hasta bien entrada la noche.
Pues seguimos sin aprender. Ahora se busca, seguir celebrando esas comidas pero recortando los gastos, pero la comida que no falte.
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